jueves, 11 de julio de 2013

Los perros y los gatos son predadores por naturaleza

Los perros y los gatos son predadores por naturaleza, y su instinto les incita a perseguir a otras especies animales. Es frecuente que los gatos se lancen tras los ratones, pájaros, moscas, etc, y que los perros hagan lo mismo con los gatos. Su impronta genética les dice que es una potencial presa que deben perseguir y la primera prioridad de cualquier especie animal es la obtención de alimentos para su subsistencia. En los carnívoros, y especialmente en los felinos que son carnívoros obligados o exclusivos, esta supervivencia está basada en la caza (predación) de presas vivas.



En los gatos la pasión por la caza es más difícil de erradicar que en los perros pero se puede controlar por medio de juegos, entretenimientos y teniendo cuidado en no facilitar las situaciones que despiertan este instinto. Existen países como Suiza o Australia donde hay una especie de toque de queda para los felinos en los horarios habituales de caza (atardecer, noche, madrugada); se les prohibe por ley que sus propietarios les permitan la salida al exterior.

Para lograr una buena convivencia entre especies tenemos que ser conscientes de las diferencias y respetarlas: los perros pueden ser fáciles de educar, los gatos un poquito menos. Los felinos son más independientes del amo y suelen entretenerse sin causar mayores problemas. Son más higiénicos, no necesitan salir a la calle a hacer sus necesidades. No son glotones como los perros, prefieren picotear...

Estos dos predadores pueden mirarse con desconfianza, justamente por que son diferentes. La incomprensión recíproca puede ser el motor de sus relaciones, pero la domesticación ha cambiado estos dominios y es una gran verdad que la convivencia puede hacer al cariño. A su vez la proximidad del hombre provocó una menor densidad de predadores lo que posiblemente aumentó las posibilidades de éxito en la procreación y en la supervivencia de los individuos. Esta es la causa más probable para la explicación de por qué los depredadores domésticos correctamente sociabilizados con los seres humanos u otras mascotas no sólo no huyen de los mismos sino que además pueden buscar su compañía.



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