La incomprensión recíproca
puede ser el motor de sus relaciones, pero el que sean animales de compañía ha ayudado a cambiar y suavizar estos patrones. A su vez la proximidad del hombre, provocó una menor densidad de predadores lo que posiblemente aumentó las posibilidades de éxito en la procreación y la supervivencia de los individuos. Esta es la causa más probable para la explicación de por qué los predadores domésticos correctamente socializados con los seres humanos u otras mascotas no sólo huyen de los mismos sino que además pueden buscar compañía.
Si los acostumbramos desde cachorros a su mutua presencia, es decir, los socializamos correctamente y los educamos para convivir, la adaptación mutua será más fácil. Asumirán que no es necesario cazar para sobrevivir y que su relación con la otra especie puede ser diferente. Desde cachorros aprenden de sus padres y sus congéneres y por supuesto del ambiente que los rodea lo que condicionará su comportamiento de adulto.
La influencia de la edad en la adaptación es importante ya que si por ejemplo, tenemos un perro mayor y entra en casa un nuevo inquilino, como un cachorro de gato este tardará más en habituarse.
Cuanto más joven es, mejor se adaptará a los cambios.
Los cachorros son más juguetones que cazadores, no tardarán en establecer sus propias jerarquías, sus propias interacciones, sus propios roles. Aunque es importante que siempre dispongan de sus específicos lugares para comer y dormir para que puedan refugiarse en momentos de agobio.
La presentación es un momento muy importante en la futura relación, es mejor que nuestro perro en ese momento esté relajado después de un buen paseo, cuando esté relajado o tranquilo. Si cuando le mostramos la nueva mascota da muestras de tranquilidad hay que felicitarlo, demostrarle que te enorgullece su reacción pacífica. Cuanta más edad tenga el perro más paciencia hay que tener, pero la fórmula es la misma.
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